Paripés y fiestas infantiles
Fue curioso cómo estábamos todos sentaditos en esa especie de cafetería entre mesitas de colores y cocinitas de juguete. Un Chiki Park al estilo de una pequeña ciudad de provincia como esta en la que vivo, en la que de paso escasea el buen gusto (ese tema para otro día). El caso es que era lindo ver a esas parejas tan bonitas, ellos tan sonrientes haciéndose cargo (a ratos) de sus churumbeles, sentaditos junto a sus mujeres tan encantadoras, tan de verdad, tan poco madres-del-diocesano, tan poco Massimo Dutti, tan encantadoras como Helena, la dueña de una de las floristerías del casco antiguo de esta pequeña ciudad de provincia. Era todo tan encantador, tan comedido en ternura (ni un beso entre parejas, ni un achuchón de más para los niños que escupían huesos de aceitunas de las mesas de los papás, ni una palmadita en el muslo del cónyuge) que mi amiga y yo sentimos nostalgia por la vida marital. Ahí faltaban mis niños y el padre de mis niños. Era curiosa esa sensación de "qué envidia, qué bonitos, qué ideales", y mientras tanto echarse unas risas con el ex de mi amiga, que comentaba con orgullo que se iba a Argentina con otro amigo "soltero y sin compromiso". Y tan curiosa la situación que yo, single again, salté y le dije que sin compromiso nada: que los hijos ya son un compromiso.
Después de darme cuenta de que había metido la pata y de que me habia puesto roja (claro, a pesar de ser una buena persona, no entiendo a ese tipo de padre que no levanta la mano el primero por la custodia compartida o por cumplir al pie de calendario el convenio), comencé a desmitificar tanta belleza. Y me pregunté ¿serán tan felices como aparentan? No conocía más que a una pareja de las que estaba allí que confirmara la excepción: no, ellos eran la personificación del paripé. ¿O se estarían dando una tregua? ¿Será que arrastro resentimientos y nostalgias? Daba igual. El caso es que cuando llegué a casa me metí en google y, no sé cómo, terminé en el blog de Lucía Etxebarría y "me estalló en la mano": hablaba de la felicidad. Que si se nace o se hace. Y hasta el último renglón estuve de acuerdo con ella, pero sobre todo en un punto que venía como anillo al dedo al tema de la fiesta de la tarde. Los hijos: Lucía había descubierto que la felicidad había estado a su lado durante todo el tiempo en que se creyó desdichada, y es que apenas el día en que fechaba el post había mirado a su hija con los ojos que debió mirarla desde que empezaron sus "desgracias", y se vio, de repente, reconociendo que era feliz. Entonces yo digo que da igual que en aquella tertulia de padres de familia hubiera o no armonía entre parejas, que estuviera o no el ex, que la nostalgia atacara, o un montón de etc. Lo que nos permitía la felicidad en ese momento era saber que un monton de churumbeles estaban reboloteando por entre pelotas y toboganes de colores y eran felices. Un montón de niños menos los míos, pero no me entristecí porque total, volvieron al día siguiente. Uno a veces se tarda en reconocer las cosas importantes de la vida, como los hijos (vale, no son cosas) pero cuando las descubre le da igual que no coman, que griten y desordenen. Están con uno en esta vida, y eso ya es sufienciente para ser feliz.
Comentarios
Por otro lado para ser feliz es preciso saber que se es feliz.No existe felicidad en dormir sin sueños,sino solo en despertarse sabiendo que se durmio sin ellos.La felicidad queda fuera de la felicidad.
No existe felicidad si no es con conocimiento.Pero el conocimiento de la felicidad es infeliz;porque conocerse feliz es conocerse pasando a traves de la felicidad y teniendo enseguida que dejarla atras.
Otra cosa muy distinta es encontrarse a gusto con uno mismo...pero eso ya es vivir.