Un día de vencejos, Nía se despertó en casa ajena, en cama individual y de visita, volvió a pensar en la espera, en el tiempo, en el paso de, en la primera de las últimas veces, y dejó de mirar al techo. Bocabajo, cerró los ojos de nuevo y, a modo de conclusión, de consuelo o tal vez de jacultoria, se repitió: "esto te pasa todas las mañanas", y ya más tranquila volvió a dormirse, para veinte minutos más tarde repetir la misma operación, en bucle.


(Podría ser el concepto cartoon de idea, pero visto desde abajo)

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