El cencerro y el verde

Viví en Pamplona durante cuatro años. Los de la universidad. Fue mi primer contacto con España. De allí, de aquellos años, conservo a mis mejores amigos, la afición a internet y salí con el que más adelante sería el padre de mis hijos, lo más importante de mi vida. No suelo recordar mucho aquellos años. Estaba gorda y fea, con menos celulitis que ahora, doce kilos más y sin nadie que me tirara los tejos. Una época bonita y rara. Deprimente y entrañable. Extraña.
Ayer, por vueltas de los blogs y el destino volví a escuchar Breaking into Heaven de The Stones Roses, y recordé aquellos años. (...) He borrado varias veces lo que pensaba escribir. No sale.

Eran tiempos raros: R. me regaló un cencerro de vaca con un lazo verde cuando cumplí 20. Por ahí anda la foto del momento de abrir aquel regalo, ahora es Alicia la que se parte de la risa cuando se lo pone de collar y dice que es una vaca.

- "Es que estás como un cencerro", me dijo R., y no sé si yo si debería haberle regalado una cabra a ella directamente. Ay, la Stra. P.

Me gusta esta sensación de recordarlos a todos como algo que todavía sigue ahí (aunque se vayan cinco meses a Buenos Aires, o toda la vida a México o a Barcelona o se quedaran en Pamplona). Siempre nos quedará Madrid. A los 36, Madrid.










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