La dignidad del cazador
Braulio era un buen tipo. Desde hace más o menos un año, la crisis, el cambio de custodia y la edad nos etsabn convirtiendo en una extraña pareja en la que él, claramente, ejercía de marido. Si los niños estaban chinchándose, riéndose a carcajadas o jugando en la bañera, él me buscaba por toda la casa y se ponía a ladrar invitándome a subir a donde estaba el problema: "¿has visto lo que hacen tus hijos? diles algo, diles algo", parece que me decía. Después tenía sus momentos de pedir amor, siempre a la misma hora, y se ponía a mi lado, me buscaba la mano y se metía debajo de ella a ver si empezaba a acariciarle. Me despertaba muchas mañanas subiéndose a la cama con un pato de goma descabezado y moviendo la cola, y roncaba, todas las noches roncaba, dormía con la boca abierta, soñana que ladraba y, últimamente, que aullaba. Y cuando yo no estaba se tumbaba en mi almohada. Mi marido Braulio, mi hijo mayor.
Cuando perdió el ojo le descubrieron que tenía una insuficiencia respiratoria y otra cardíaca, que sólo le funcionaba medio corazón y que por eso lo tenía enorme. Se quedó tuerto y medicado de por vida. Y sin embargo, a pesar de sus achaques, el tipo volvía a su juventud cuando veía una pelota. ¿y la pelota, brauli?, y se ponía nervioso. No desperdiciaba la mínima para escaparse por el campo y darme sustos de muerte por sus desapariciones entre matorrales y piedras. La última vez estuvo desaparecido durante más de una hora por quién sabe dónde, y yo, desesperada después de rastrear por los pueblos vecinos y de preguntarles a los lugareños por un perro blanco, pijo y melenudo, ya daba por hecho que se había quedado atascada en alguna trampa de cazador, o que una vaca lo había pisado, yo qué sé. apareció como si nada, y por supuesto no me veía bien a la distancia desde donde yo lo llamaba....
Braulio.
El Braulio se murió ayer con toda la dignidad de un perro con complejo de rotwailler y cazador por genética (una vez mató a un ratoncillo de campo y otra se comió una lagartija). Conoció a Jack, el conejo de mis sobrinos, ayer por la tarde, y pasó, supongo, sus últimas horas planeando cómo cazarlo. Corrieron por el jardín sin que ninguno se agotara, pero se hizo de noche y corriendo detrás de Jack, Braulio se cayó a la piscina. Entre la lluvia que caía, el ruido que teníamos dentro de casa y la oscuridad, ninguno nos dimos cuenta de que el perro no lograba llegar a las escalera para salir. Y se ahogó.
Lo encontré flotando hacia las diez de la noche extrañada de que no entrara a casa para dormir.
Esta mañana le hicimos una tumba, le clavamos una cruz de madera, le pusimos una flor y le rezamos un jesusito para que sea feliz en el cielo de las mascotas.
Una de los últimos momentos familiares de mi Braulio la semana pasada
Comentarios
Me encantaba que aún se le escapase la meadilla cuando yo llegaba a su casa. Creo que me reconocía como viejo amigo. Ay, Braulete.
Las péridas de las mascotas son duras y extrañas... Un abrazo grande a todos.
Pobre.
A ver si pudiera existir un cielo canino. Mi amiga Paloma seguro que se dejaba olfatear por él (aunque sospecho que necesitaría una escalera, o bueno, alas, si los perros las tuvieran en ese hipotético cielo).
Un abrazo
Chicos, chicas, gracias, gracias el Braulio convertido en ángel con greñas, debe estar emocionado también.
Abrazos navideños para todos!