El Bar de Toñi
El bar de Toñi no tiene nombre. "Aquí todos nos sentimos de Salamanca", me dice, y una, que pide un café mientras tanto y mira por la ventana las fachadas del pueblo, tan, tan abulenses, se ríe por el colmillo izquierdo (como diría mi difunta tía Ruth).
Navamorales es un pueblo plano, abierto, con casas antiguas, pajares y cuadras, y otras, muchas, de esas que no me dicen nada. El primero de Salamanca viniendo de Piedrahíta. Cuando llegué a la plaza, de detrás de una puerta de esas que no sé el nombre, de esas de las que se puede abrir la mitad superior solamente, salió una lugareña, viejita y fea como ella sola, y que parecía que me estaba esperando. Le pregunté dónde estaba el bar. Me contestó y cerró la puerta. Con ese frío no me apetecía bajarme del coche, aunque me quedé pensando en el aburrimiento de la pobre mujer. La casa amarilla, la de la esquina, la digna, la de fachada limpia, las ventanas de aluminio plateado, era el bar, y no tenía sino una pegatina de Grefusa en la parte de abajo de la puerta. Casi imperceptible. Y sin embargo, estaba abierto. El bar de Toñi abre siempre. SIEMPRE. Y eso revaloriza un pueblo.
Allí estaba mi nueva amiga cincuentona. "¿Está abierto?", pregunté pendejamente mientras entraba. "Sí hija, lo que pasa es que no hay nadie" (¡!). Tan amable y, por lo que noté, perteneciente a ese grupo de cotillas comedidas como yo (otros le llamaron Cronopios, sorry, Julito), que tenemos curiosidad por los extraños y las circunstancias que los hacen sentarse al calor del brasero. Y es que el bar de Toñi puede que sea el único bar del mundo, síiiii, del mundo, donde de las seis mesas que hay, dos son camillas y con brasero. Brasero CONECTADO, y tremendos mantelitos de ganchillo que, POR SUPUESTO, llamaron mi atención y derritieron el hielo antes de llegar a la barra. "¡Qué bonitos manteles! ¿los hizo usted?", "Ay, hija, no me hables de usted..." Y de ahí, después del break de servirme un café calentito que, sospechosamnte salió de la trastienda y no de la cafetera, de preguntarme por la casa que venía a ver, por María José ("qué buena chica"), la de la inmobiliaria, de contarme que hasta había uno de Alicante que le compró una casa monísima a unos franceses, y uno de Madrid, no, muchos, y de Salamanca, sí, me invitó al brasero y desplegó el contenido de la bolsa de sus labores para explicarme cómo se hacía el mantel para que quedara la forma de estrella en el centro. Y que la lana rinde más que el hilo fino, pero que sí, que había deshecho unos jerseys de sus hijos ("sí, a veces sí utilizo algodón del que viene en hebras gruesas") para hacer otros, "que con los golpes sobre la mesa cuando los hombres juegan la partida cada tarde, no veas tú cómo se desgastan y hay que reponer, jejejej".
Y así dejé a Toñi, tejiendo y viendo el Tomate, que Darek antes se ponía ciego de esteroides y yo creo (eso no lo comenté con ella) que está mejor ahora con ese toque Obregón que envidiamos todas (sin complejos, sí). Le cerré bien la puerta, que no estaba la tarde para hacerla levantar del braserito que estaba tan rico. Y me fui a ver la futura casa del Productor Titiritero, pero eso, espero, será asunto para otro post.
(Esta Nikon que no enfoca... o este pulso cafetero...)
Comentarios
Yo es que entro en ellos y se me desata la ternura, y tengo que pedirme mil cafés, doce mil cañas y doscientos treinta y siete bocadillos de lomo.
¡Y qué grande el mantel, por dios!
Como dice David, ¡qué grandes!
Conservo bellisimos y horrendos recuerdos de todos ellos (todos relacionados con la cerveza, esa cabrona...)
pero vaya que los pañitos de colores sobre las mesas son insuperables.
:)))) chica, que me encanta. Que una debe tomarse los cafés la mar de a gusto!
Un besazo Pi
Y eso del Obregon's touch... El día que salgas por la tele con tu estilismo-estilazo, Anita tendrá que irse a vender castañas a Torrepachón de los Mengues.
Piii, deberías pensar en recopilar estas rutas que estás haciendo y publicarlo, a modo de guía Trotamundos pero a tu rollo. Todo lo que cuentas me es ajeno, pero al leerlo es como si uno lo estuviera viendo con sus ojos; piensa sobre ello, plis...
Eres adorable, como la Pfeiffer pero con churrete... (qué pasa?? soy fans -de ella también-)
No, si digo yo que haber sido negra en el mundo del periodismo de viajes me marcó, como el colacao, sí, Fulano, como el colacao, ayayayyyy, dimeee Piii.
Carmen, reina, ¡¡dime el nombre de tu pueblo! quiero escribir "yo también estuve calentándome los pies en...", por favor!
Qué maravilla de mantel.
Y viva el tomateo.
Besos desde el frío salmantino ya :-)
Yo he conocido por ahí cada bar que merecería un post, pero sin brasero!
Saludos!!
Recuerdos con sabor a puchero y olor a leña...nostalgia!