La cosecha
El granizo del viernes arruinó mi cosecha de acelgas y brócoli. No, no es cierto. Esa mañana rocié con insecticida de andar por casa los gusanos asquerosos, verdes, hambrientos que estaban devorando las hojas del brócoli. Podían verse claramente las marcas de sus mandíbulas. Todo por culpa de las moscas.
Pero eso no es lo importante.
El viernes cayó un granizo furioso y hoy, en cambio brilla el sol y corre aire demasiado fresco y el paisaje apetece. Hoy he vuelto a escuchar música en mi salón, por los altavoces, como Dios manda, tumbada en mi sofá beige, ése en el que apenas quepo, que el verde es demasiado grande . Porque una mano caritativa se encargó de los cables. Y de la música. Y ahora, heme aquí, sin la mano caritativa, balanceándome mientras escucho.
Nía se tumbó en la hierba sin miedo a los bichos, ella no le tiene miedo a los bichos, como yo. Se tumbó con su vestido fresquito y con vuelo (le gustaba dar vueltas para ver cómo volaba sobre los rodillas) y sin miedo de mancharlo de verde. "Eso sale", solía decirse.
Ella tenía la facilidad de desprenderse de sus miedos injustificados y de tumbarse a contar nubes, y a, como cantaba la canción, sentir cómo los insectos le pasaban por encima y le rozaban el vestido y el hombro con sus alas. Y cerraba los ojos, se reía cuando abría los ojos deslumbrada por el sol y veía todo azul, pensaba que si en aquel preciso instante apareciera él le llamaría Príncipe Azul, por razones obvias. Esas cosas no pasaban. Que la gente fuera azul. Le gustaba sentir la brisa en la piel, le gustaba oir el murmullo de las hojas de los chopos, y si su vida fuera una película, pensaba, era el momento preciso para que sonara alguna canción intimista, de esas que también le gustaban y que tenían una letra acorde con su vida en aquel instante. Instante. "Su vida en aquel instante". Nía sonreía a las nubes cuando pensaba con frases categóricas.
Pero eso no es lo importante.
El viernes cayó un granizo furioso y hoy, en cambio brilla el sol y corre aire demasiado fresco y el paisaje apetece. Hoy he vuelto a escuchar música en mi salón, por los altavoces, como Dios manda, tumbada en mi sofá beige, ése en el que apenas quepo, que el verde es demasiado grande . Porque una mano caritativa se encargó de los cables. Y de la música. Y ahora, heme aquí, sin la mano caritativa, balanceándome mientras escucho.
Nía se tumbó en la hierba sin miedo a los bichos, ella no le tiene miedo a los bichos, como yo. Se tumbó con su vestido fresquito y con vuelo (le gustaba dar vueltas para ver cómo volaba sobre los rodillas) y sin miedo de mancharlo de verde. "Eso sale", solía decirse.
Ella tenía la facilidad de desprenderse de sus miedos injustificados y de tumbarse a contar nubes, y a, como cantaba la canción, sentir cómo los insectos le pasaban por encima y le rozaban el vestido y el hombro con sus alas. Y cerraba los ojos, se reía cuando abría los ojos deslumbrada por el sol y veía todo azul, pensaba que si en aquel preciso instante apareciera él le llamaría Príncipe Azul, por razones obvias. Esas cosas no pasaban. Que la gente fuera azul. Le gustaba sentir la brisa en la piel, le gustaba oir el murmullo de las hojas de los chopos, y si su vida fuera una película, pensaba, era el momento preciso para que sonara alguna canción intimista, de esas que también le gustaban y que tenían una letra acorde con su vida en aquel instante. Instante. "Su vida en aquel instante". Nía sonreía a las nubes cuando pensaba con frases categóricas.
Le daba rabia, si es que es rabia esa pereza, esa desilusión que provoca tener que volver a lo cotidiano, tener que levantarse en algún momento de allí, tener que irse, tener que ponerse de pie, tener que abrigarse, tener que escuchar el final de de su banda sonora. Y es que da rabia, pero queda feo repetir y repetir la misma canción durante mucho tiempo. Pero hay que aguantarse la rabia, se dijo, y después de remolonear, sentir el fresquito de la hierba, sentir que le traspasaba la batista, que le llegaba a la piel, escuchó cómo poco a poco Sunshine de Sparklehorse dejaba de sonar entre insectitos voladores de esos que a ella no le daban grima, se levantó y se fue.
Qué puta envidia me da Nía.
Que quede constancia que también el granizo...
Comentarios
Ni la furia de nada.
Por ciero, me ha encantado Sparklehorse. No los conocía de nada.
un beso con cielo despejado
Sparklehorse... es extraño, un sonido extraño, y las letras...
http://es.youtube.com/watch?v=_y2aXEK3YpU
Tras la tormenta: la calma, esa que te ha visitado para escribir tan bonito texto. Un beso de verano para que no caiga más granizo dañino
Creo que ha perdido algo de sangre...
Te tomo prestada esa frase tuya y la adapto: me gusta lo que he escuchado aquí http://www.myspace.com/lavenganzadetulsa
Y hoy me he enterado que alguien conoce a alguien que conoce a alguien que trabaja en Limbo Starr, y eso me hace pensar en Maga, y eso me hace soñar cabeza abajo...
Besos intermitentes
Un abrazo para todos.